De una tabla de madera,
con un clavo me ensarté, ella era mala,
pues no quería soltarme,
y sollozante me enrosqué...
Ella no quería estar sola, la pobrecita
y con mi nalguita, se quiso quedar.
-¡A nadie le importo!,
sólo escarpias me hacen sentir aflicción,
ahora quiero hacerle sentir a ella lo que yo siento-, exclamó.
Yo seguía llorando, y de pronto,
un espectáculo,
la niña rodeada de mucha gente,
no me dejaba tocar, porque dolía
y expresaba mi miedo.
De pronto, me tomaron por sorpresa y me levantaron.
Se acabó nuestro sufrimiento pedazo de madera,
trocito de nalga.
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